top of page

carlos d. castro

Carla

El recuerdo más vivo que tengo de Carla es ir al parque del centro después de la escuela. Salíamos de clase como a las 3 de la tarde y ahí esperábamos el camión.

Carla y yo nos sentábamos en la acera cerca de unos columpios oxidados mientras fumábamos unos cigarros que me traía a escondidas, cosa riesgosa mientras usábamos los uniformes de la escuela. Nos echábamos perfume para intentar camuflar el aroma y no tener que dar explicaciones.

 

Carla siempre tenia de que hablar.Nos pasábamos el tiempo conversando de cualquier cosa sin importancia. Yo usualmente hablaba de temas que veía en artículos de periódico y ella hablaba sobre cosas como el paso del tiempo y el miedo que le producía lo rápido que íbamos creciendo. “No puedo creer que tengamos diecisiete. Hace dos años nos graduamos de la secu, y ahora míranos, ya nos vamos a graduar de la prepa. Se pasa rápido el tiempo, ¿no?”

 

Yo no pensaba en eso. Estaba muy ocupada pensando en becas para irme a estudiar fuera del estado. -Si, esta cabron-.

-Sigues pensando en lo de la beca? -

-He visto opciones, pero aún no tomo una decisión-

-Sea lo que sea que vayas a decidir, no te vayas a hacer maestra-

-No…creo que voy a ir a pediatría. – la verdad si quería ser maestra de preescolar, pero no sabía si iba a poder vivir nada mas de eso.

-Con que paguen bien-

-Eso sí, ¿y tú? ¿Qué vas a hacer cuando nos graduemos? -

-Ah, pues…creo que me voy a ayudar a mi papa en su farmacia, y ya luego ahorro para irme Guadalajara a estudiar para veterinaria-

-No es mal plan. Tu haz lo que necesites hacer, yo confió en ti. Igual sabes que siempre podrías terminar manejando el negocio de tus papas, o manejando una combi. –

 

Yo me reí, pero a ella no le hizo gracia.

-Ya sabes que no me gusta manejar-

-Ya se, perdón. No vuelvo a decir nada-

El camión llego 20 minutos tarde a la parada del parque. Nos sentamos en los asientos cerca del fondo, y recordé algo, - ¿sabes que si no ha cambiado?, ese pinche socavón en la esquina. -

A unos veinte metros de donde estábamos sentadas, había un hoyo en medio de la calle. Estaba ahí desde antes que yo naciera. Incontables carros se habían quedado atorados ahí. Una que otra ruta también se las vio negras cuando se les quedaba una llanta atorada, y los pasajeros se bajaban a ver si la podían sacar empujando. Varios peatones despistados se cayeron en él, y, aun así, nadie nunca fue a rellenarlo. No fue hasta que alguien fue atropellado y aplastado por un carro dentro del hoyo que decidieron taparlo. Ese alguien fue el papá de Carla.

En la escuela nos dijeron que se había caído por unas escaleras mientras cargaba un boiler pero un vistazo en las noticias nos abrió los ojos a la verdad. Estaba caminando por la acera y un conductor borracho lo embistió hacia dentro del hoyo, como si de una corrida de toro se tratara. Carla no fue el día que dieron el anuncio, ni ningún otro día.

Se corrió el rumor que huyo de su casa hecha una magdalena. No quería creerlo. Le mande mensajes, correos de voz, intente llamarla mil veces, pero no respondía. Iba a su casa todos los días a preguntar por ella pero nadie respondía. Sabía que su madre estaba ahí, primero por el llanto que se escuchaba por media cuadra, luego por las botellas que yacían en la acera al lado de la entrada. La pequeña farmacia que tenían cerro al poco tiempo. A día de hoy sigue ahí, pudriéndose.

No entendía porque se había ido, menos así sin decirle a nadie, como lepero expulsado de hospital. Seguí buscando. Fui con quien me escuchara, fui con la policía, el gobierno municipal. Hasta al pinche DIF fui a parar en busca de una respuesta, pero en todos lados me decían la misma chingadera: no podemos dar lugar a una investigación sin que un familiar la pida. Su mamá había sido llevada a la fuerza a un centro de rehabilitación. Hasta donde sé, no ha salido de ahí.

Con el corazón pesándome en el pecho, me resigné a tenerla siempre en mis oraciones y dedicarle unas palabras el día de la graduación. Palabras tan vacías y llenas de sentimentalismo que a mí se me hacían acido en el estómago.

Podía ver en los ojos de mis compañeros y mis profesores la misma expresión incomoda cuando me escuchaban; todos tenían el doloroso recuerdo de su memoria fresco y palpitante. Pero nadie habló, nadie quería tocar el tema. A fin de cuentas, ella se fue por sí misma, nadie se la llevó. Era mejor pensar que estaba bien y que al rato se compondría y regresaría. Yo misma quería creer lo mismo.

Me fui terminado el verano. Me otorgaron la beca que quería y me fui a estudiar medicina a la Ciudad de México sin voltear atrás.

El destino me hizo volver 6 años después. Se abrió una ventana de trabajo en una escuela preescolar. La vida parecía jugarme una broma cuando terminé alquilando un departamento no muy lejos de la preparatoria a la que fui.

No quería toparme con el parque donde estaba la vieja parada de camión. Prefería rodear 3 cuadras para ni siquiera atravesar la calle. Un día llevé a arreglar mi carro y tuve que tomar el camión. Con un humor negro me fui a esa vieja parada a esperar que pasara. El parque seguía igual que siempre, igual de sucio, igual de oxidado, olvidado. Solo que escondido bajo una nueva capa de pintura verde.

El golpe de nostalgia que me dio el estar ahí fue fulminante. Me quedé ahí parada viendo el recuerdo de la niña que fui, sentada con mi mejor amiga. Me llego el olor a cigarros baratos y asfalto caliente.

Ahí sentada, se me acerco una mujer de vestido turquesa. Me pregunto si se podía sentar a esperar el camión también.

-Adelante-

-Muchas gracias-

-¿Disculpe, no sabe a qué hora pasa la ruta? -

-Pasa como hasta las 8-

-Ah, gracias por el dato-

La mujer se me hizo familiar. Tenía el cabello corto y una mirada firme, pero los cachetes de una niña. Sentí que ya la había visto antes. Incomoda, me le acerque y le pregunte -Disculpe, ¿la conozco? –

-Trabajo en la iglesia, quizás me vio ahí. -

Me volteo a ver, y la quijada se me cayó de golpe

-¿Carla? -

- ¿Dani? ¿Eres Dani la de la prepa? - su voz cambio completamente. Se le iluminaron los ojos, casi como si fuera a llorar.

La emoción me gano. Eufórica, la abrace sin preguntarle. Me disculpe inmediatamente le pregunte como había estado, que fue lo que le paso después de aquel día que ya no la volví a ver. Me dijo que había salido corriendo la noche que atropellaron a su papa.

-No pensé en nada, solo corrí hacia la noche sin pensar en nada más-.

Eso me desconcertó. Al menos ya sabía que era lo que le paso, y gracias a dios estaba bien.

-¿Y a dónde vas? -

-De regreso la parroquia-

-Te dije que ibas a terminar de monja o de monaguilla-

Se rio asintiendo con la cabeza. - ¿Que te puedo decir? Termine en manos de Dios. -

Nos quedamos platicando hasta que ella se bajó en una estación que quedaba a dos cuadras de la iglesia. Le dije que si tenía número de teléfono o contacto para que habláramos. -No tengo nada- me dijo, -pero si quieres puedes ir a la iglesia, y ahí podemos hablar. –

Unos días después fui con ella a seguir viendo como estaba. La busque en la parroquia donde se bajo y me dijo que saliéramos a caminar. Afuera de la parroquia había un cementerio por el que caminábamos. No tenía problemas en andar por dichos paramos, así que le seguía el paso fácilmente. Yo le hablaba de mi vida y de mis problemas. Ella solo escuchaba con atención, y no hablaba. Cuando caminábamos, siempre se detenía en una tumba sin nombre a la esquina del cementerio, pequeña, olvidada. No tenía flores ni nada más que una pequeña inscripción que decía “De los pobres es el reino de dios”.

-¿Es aquí donde esta tu papá -

Nunca me respondía que sí, solo que ahí era un lugar importante para ella, y que estaba feliz de estar conmigo.Un día que fui a hablar con ella, un párroco se me acerco y me pregunto, preocupado

-Señorita, ¿está usted bien? -

-Si padre, ¿hay algún problema? -

-Pues, llega todos los días a darle vuelta al panteón, hablando sola. Los feligreses se sienten incomodos cuando usted llega. Ahí disculpe, pero le voy a pedir que se retire. –

-¿De que habla? Vengo aquí a ver a Carla, su acolita-

-No conozco a ninguna Carla, señorita. Ahora que me lo pregunta, ¿porque siempre va y habla con esa tumba de la esquina? –

-Alla es donde usualmente esta ella, ahí enterraron a su padre-

-No hay nadie que visite esa tumba. Ahí está una niña que sacamos de una fosa común. –

Me fui lo más rápido posible. No volví a entrar a la iglesia o al panteón, ni intenté volver a hablar con Carla. Seguí con mi vida. Me enfoqué en el trabajo e intenté poner todo detrás de mí, pero no podía. Carla salía en mis sueños, diciéndome que quisiera explicarme todo, que la viera en la parada de camión. Cada vez que la veía me despertaba de un susto y no podía volver a dormir. Fui con un terapeuta a ver qué era lo que tenía. Me recomendó meditar, tomar melatonina antes de dormir, salir a caminar y un montón de cosas que nunca servían.

Los sueños no paraban y me harte. Me envalentoné y fui a la parada a ver si así los sueños se detenían. Mi corazón dio un vuelco cuando la vi ahí sentada, esperando la ruta. Igual con la misma ropa que todas las veces que la había visto. Me le acerque y me volteo a ver con una sonrisa, como si ya me estuviera esperando.

-¿Quién eres? -

-Tú sabes, Dani. Soy Carla, nos conocemos desde la primaria-

-¿Por qué te vez igual que la última vez que te vi? ¿Por qué apareces en mis sueños? -

-Tu volviste. Nadie más volvió-

-¿De qué chingados hablas? Yo volví por el trabajo, no por ti-

-No importa. Me reconociste y me escuchaste. Fue lo mejor que me ha pasado en el tiempo que llevo sola-

Ahí es cuando caí en cuenta de quien era con quien estaba hablando. El corazón se me apachurro y empecé a lagrimear.

-Nunca te encontraron, ¿verdad? -

-No, al menos no con vida-

-¿Qué haces aquí? -

-Estoy destinada a pasar el purgatorio aquí-

-¿El purgatorio? Eras una niña cuando desapareciste-

-Estoy aquí por mi papá -

-¿Por qué fuiste a buscarlo cuando te dijeron que lo atropellaron?-

-No, yo fui quien lo atropello. Venia manejando más rápido de lo permitido por la avenida, y perdí el control. El que fuera una niña es la única razón por la que no estoy ardiendo eternamente. –

Eso fue como un golpe a la yugular. Era mucho para procesar, solo me quede ahí sentada con ella, sin decir nada.

-De cualquier forma, me agrada la idea de volver a verte. -

Al sol de hoy no sé cómo sentirme al respecto de todo esto. No me gusta pensar mucho en ello, así como no me gusta pensar en que voy a ir al panteón a hablar con ella, solo lo hago. Aun lo hago, después de todo sigue estando ahí cuando la necesite. Se que no se volver a ir a ningún lado otra vez.

author bio

Carlos Castro was born in El Paso, but grew up in Ciudad Juarez. He is a Psychology major at UTEP. In his spare time, he plays guitar. He has a cat.

bottom of page